Querido lector:
Son las 23.55, exactamente, 5 minutos antes de medianoche, en 5 minutos será lunes, el peor día de la semana, como solemos decir. Atrás quedaron juergas, momentos de relax y bonitas experiencias de las que seguramente el fin de semana que viene ya ni te acuerdes. Pero para mí los fines de semana ya no son lo mismo. Y es que parece que ya todo está quemado, rumiado y probado. Las mismas discotecas, las mismas tascas, los mismos planes, y con el agobio de la monotonía (no confundir con rutina) parece que hasta la misma gente. Lo que me hace falta a mí es un viajecito de esos de un fin de semana a algún sitio desconocido o poco visitado.
Es lo que suele pasar. Como todos los fines de semana se adoptan los mismos planes, pero con leves variaciones nos vamos aburriendo del tema, y nos hace falta una escapadita para notar que nuestros planes a lo mejor no son tan aburridos como pensamos, simplemente que los repetimos demasiado. A mí me pasó eso. En las vacaciones entre cuatrimestre y cuatrimestre me pegué tantas semanas de bote en bote que cuando empezó el semestre deseaba en secreto volver a la "monotonía" de los fines de semana, aunque las vacaciones me hubiesen parecido maravillosas. Ahora me pasa a la inversa. Anyoro esos viajes, porque llevo desde mediados de abril sin pegarme una escapada en condiciones. Pero después de esa escapada seguro que aguanto sin percances otras 3 semanitas más sin quejas. Si ojalá el cambio de aires fuese siempre tan simple de perpetrar sería lo máximo. Con irte cada 8/9 fines de semana durante 2 días de viaje para recargar bastaría. Pero (sin querer parecer un bohemio con ansias mundanas) a mí no me pareció en su momento suficiente. 15 anyos en Madrid, con escapaditas, sí, pero me quemé. Así que decidí emigrar a Heidelberg, una ciudad que sólo conocía por pensadores alemanes que ni siquiera he leído. Parece una locura, pero pienso que las decisiones que tomas basadas en lo que te susurra la boca del estómago a veces pueden ser las acertadas. Y es que yo en Madrid sólo conocía a 3 verdaderos amigos (ellos saben quienes son), a unos cuantos colegas , a mi familia, a unas cuantas chicas y a una ciudad con mucha mala baba. Por eso decidí cambiar de aires. Ir a un sitio donde no te conozca nadie, encontrar a gente, que uno encuentre su sitio y que se monte su vida ahí durante un más o menos breve lapso de tiempo. A veces me pregunto por qué mis colegas, con todas las oportunidades que tenemos, se han quedado en la ciudad en la que se han criado. Por qué no cambiar de aires? Por qué no conocer un país que sólo conoces del instituto? No les quiero tachar de cobardes, el cobarde seguramente lo fui yo por no aguantar ahí ni 1 mes más y huir precipitadamente a Alemania. Pero es que ellos también la conocen sólo de un punyado de viajes y de lo que se les contaba en el instituto. A pesar de haberme pirado echando leches, me enorgullezco de haber tomado la oportunidad que me brindaron mis padres para cambiar de aires. Desde el portátil un brindis de champán ficticio por ellos.
Terminando con una conclusión un tanto típica, a lo mejor la vida son sólo unas cuantas semanas en las que pocas veces podrás escaparte durante 2 días, pero a lo mejor nos gusta nuestra casa y, como bien se dice, como en casa en ningún sitio. Pero a lo mejor también podemos irnos de escapada cada fin de semana y hasta mandar al carajo al jefe un jueves para irnos 5 días por ahí. Yo he puesto el tablero, y aquí cada uno mueve como quiera, que los juegos no son por competitividad, sino para divertirse y conocer a gente.
Un saludo perdido,
Guillermo
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