Querido lector:
Son las 15.26, así que hoy escribo con total control sobre mis actos y enunciados. Hace pocos minutos estaba escuchando una canción que a mi parecer es muy buena que se llama "El cuentacuentos" de un hombre llamado Nach y me quedé pensativo. Me surgió una duda muy típica, por desgracia nada original, pero ya que tantos tratan con ella yo no quería ser menos. En esta canción se trata el tema de la individualidad, de lo difícil que es alcanzarla y de los obstáculos que ello plantea. Por ello busqué en la página web de la Real Academia la palabra "manada" y el título es la primera definición que salía. Pero es que acaso somos todos parte de alguna manada y acaso algún día podremos ser lobos esteparios, como dice Hesse?
No quiero chafar el final, pero realmente no lo sé. Muchos, cuando pensamos en manada, le damos la acepción negativa, como si nos refugíasemos en una gran masa anónima para nunca tener que enfrentarnos a nosotros mismos, a modo del conocido "camuflaje". Es cierto que cuando andamos por la calle muchas veces vemos a gente con gesto serio, con trajes grises o negros y con un maletín colgado de una de sus dos manos y nos preguntamos si verdaderamente se dedican a lo que desean, si esa oficina en la que se encierran 10 horas al día verdaderamente les aporta felicidad, si ese dinero que cobran de un jefe de dudosa moralidad les parece justo. Y admito que es fácil pensar eso sobre esas personas, ya que ellos son uno de los productos más obvios de la sociedad "anonimizante" que en las últimas décadas ha surgido. Pero somos nosotros diferentes a esos que "abrazan a sus maletines con instinto maternal", como dice Nach?Imaginémonos que trabajamos en un trabajo que nos brinda libertad, que nos deja elegir nuestra manera de hacer las cosas, como por ejemplo podría ser un profesor de instituto por vocación. Tratas con jóvenes, les ves crecer, les educas (en ciertos sentidos) y puedes dejarles tu granito de arena para que les ayude en el camino que les queda por andar. Pero no estaríamos nosotros también cenyidos a trabajar 40 horas semanales y a obedecer a un plan de estudios que nos dicta un grupo de personas poderosas cuyo nombre y cuyo carácter no conocemos? Así que de pronto nuestra supuesta libertad de actuar nos resulta limitada por un ente grande y desconocido, ese que nos convierte a todos en ganado y que nos pastorea aleatoriamente mientras nosotros nos contentamos con poder pastar y asegurarle (con suerte) un poco de hierba a nuestros corderos para el día siguiente.
Lo que no sé tampoco es si verdaderamente todos vivimos en una gran pompa que nos convierte en un manojo de carne y hueso para mantenernos controlados mientras cada uno de nosotros, desamparadas briznas, se siente más solo que la una. En mi humilde opinión, veo una gran verdad en ello, pero también veo que muchos de nosotros tendremos al menos otra brizna que comparta nuestras torceduras y características, con la que podremos hablar y sentirnos como solidísimos alcornoques. Y con ello no me refiero a un novio o una novia, sino unos padres, que trabajan y sudan por tu bienestar, un buen amigo, que te conoce bien, o a lo mejor ese oficinista que sale cansado de su trabajo de 10 horas que se sienta al lado de ti en el tren, que sabe lo que es tener un jefe mandón o una mujer que le agobia por tener un móvil Nokia.
Al fin y al cabo, como ya he dicho, no sé bien como funcionan las cosas, sólo sé que vida solo hay una y que hay vivirla como a uno mejor le parezca: fundirse el sueldo en cocaína y una discoteca de moda a fin de mes, vivir aislado en un monte con lo justo para comer a modo de evasión o aceptar la dureza mental y física de nuestra estancia en el planeta azul y pasar nuestros ratos libres con seres que queremos y/o apreciamos o solos sin procurar hacer danyo a nadie.
Un saludo pensativo y dubitativo,
Guillermo