Mittwoch, 22. September 2010

De por qué comencé a darle dinero a los yonquis


Querido lector:

Son las 22.53 de un miércoles. Lo primero, disculparme por mi vagancia, que sé que no tengo la popularidad de Almudena Grandes (por suerte), pero la falta de disciplina no es perdonable. Parece ser que llevo mis dos mesecitos sin publicar, de buen rollo. Pues hoy vuelvo al ruedo, ya que hay un tema que me crispaba en su momento profundamente. Lo conocemos todos, y creo que no soy el único al que le crispaba, y seguro que hay muchos a los que aún les crispa.

El tema surgió hace unos años ya. Iba yo tan tranquilo en el vagón del Cercanías y pasa el típico yonki gorrilla pidiendo dinero "para comer". "Valiente listillo", me pensé yo en mi infinita sabiduría, "tú lo que quieres es mi dinero para comprarte jaco y ponerte a gozarlo sin que yo me entere". "Pues vas listo", me pensé en mi infinita sabiduría. Cuando pasó al lado mío le eché una mirada furtiva y dije el mítico "No llevo nada". El tío siguió andando y pidió al resto de pasajeros que quedaban. Pensé yo en mi infinita sabiduría que pocos le darían algo, y así fue. Dos de unos aprox. 40 pasajeros le dieron unos céntimos.

A ver, seguro que ese tío necesita su dosis, y al no darle la gente casi dinero el hombre estará obligado a practicar actividades indecorosas para conseguir la sustancia preciada. Por ejemplo, se tendrá que ir a algún polígono industrial a hacer de chapero para ganarse unos míseros 15 euros. O tendrá que atracar a algún chaval joven del barrio. O hasta tendrá que robar a algún compañero suyo de andanzas. O cualquier otra cosa. Vaya puteo, pero él se lo ha buscado, por drogadicto e irresponsable. Además, está consumiendo sustancias ilegales.

¿Pero somos nosotros mucho mejores que ese yonki? Es cierto que no tenemos pinchazos en los brazos ni la voz mellada ni olemos mal ni estamos sucios. Pero nosotros también le pedimos dinero a nuestros padres y abuelas "para estar con los colegas". Y bien que luego corremos al camello o al chino o al garito para conseguirnos nuestra sustancia. Y si no nos lo dan nuestros padres , vaya cabrones que son por no pagarnos la juerga, vamos donde el colega que no soportamos, pero que es rico y nos da dinero para un litro o unas caladitas y le comemos la oreja con lo bien que nos cae y la ropa tan chula que lleva y lo buena persona que es. Eso, lógicamente, no es el pene de un viejo en tu culo,pero después de tanta falsedad si que nos sentimos un poco sucios. Y a las últimas, a meterse en la habitación de los Santos Papá y Mamá y robarles un par de eurillos, que es por una buena causa, no te jode.

La verdadera conclusión de este artículo es que los vicios son un puteo como la casa de Madonna. Pero a la que quiero llegar es que hay que mirar un poco al espejo antes de llamar yonqui gorrilla al prójimo. No os incito a fundar una ONG para pagarle la heroína a los yonquis, pero si a darle unos céntimos a esos que como nosotros también tienen sus vicios inconfesables.

Un saludo gorrilla,

Guillermo